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sábado, 30 de junio de 2012

¿Se anexionará China la Luna?


¿Se anexionará China la Luna?

fuente: yahoo.com

Decir que China está llamada a ser la gran potencia mundial en el Siglo XXI no es nada que deba sorprendernos. En esta conquista no militar, sino económica y tecnológica, las misiones tripuladas al espacio (coto vedado hasta hace bien poco de estadounidenses y rusos) han pasado también a cobrar una importancia estratégica para el régimen de Pekin.
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La semana pasada, con el vuelo del Shenzhou 9, que incluía en la tripulación a la primera taikonauta china y en cuyo programa se incluía la primera operación de acople entre una nave china y un prototipo de estación espacial modular, el mundo se ha asombrado con los rápidos logros aeroespaciales conseguidos por el gigante asiático .
La primera astronauta china, Liu Yang (Reuters)
Y esto es solo el comienzo. Los chinos planean contar con una gran estación espacial para finales de esta década, y han anunciado su deseo de poner un hombre en la Luna para década siguiente.
Está claro que los Estados Unidos, antaño vencedores en su carrera espacial con los soviéticos en plena guerra fría, serán muy pronto suplantados como gran potencia espacial. Teniendo en cuenta además las riquezas que se encuentran en nuestro satélite, algunos expertos norteamericanos comienzan a interrogarse sobre las verdaderas intenciones de los chinos en materia espacial.
¿Planean de algún modo romper el Tratado del Espacio Exterior firmado en 1967? Este acuerdo, prohibía a todos los países de la Tierra realizar afirmaciones de soberanía nacional sobre cualquier cuerpo espacial, para evitar - por ejemplo - que los chinos (o los estadounidenses en su día) intentasen anexionarse la Luna.
¿Será eso lo que intenten los chinos? Esta es una de las inquietudes que Paul Spudis (geólogo lunar especializado en política espacial) y John Hickman (profesor de ciencia política) dejaban en al aire recientemente en un interesante artículo en Yahoo! News.
En tiempos de crisis económica tan profunda como la que nos asola, cualquier sociedad occidental gobernada por sistemas democráticos y parlamentarios, tiende a recortar el gasto en investigación espacial bien sea porque los partidos  prefieren invertir en políticas de creación de empleo, o bien sea porque - lamentablemente - la opinión pública no entiende que se destinen importantes cantidades de dinero a algo que no les trae beneficios inmediatos.
Luna llena rojiza. (Thinkstock)
Los chinos, mientras tanto, no juegan con las mismas reglas que los occidentales. Han elegido nuestras mismas armas para despuntar: la economía de mercado, pero sin los "frenos" que conlleva la democracia. Así. el escollo parlamentario pluripartidista, por ejemplo, no existe, y la opinión pública vive entusiasmada los logros conseguidos por su gobierno, mientras se mantiene en el "limbo" sobre cuestiones muy importantes en nuestras sociedades, como son la libertad de expresión, la corrupción, los derechos humanos o el respeto a las patentes internacionales.
Ante semejante panorama, occidente tiene todas las de perder.
Imaginemos que los chinos eligen como emplazamiento para una base permanente en uno de los polos lunares, los únicos lugares donde se ha detectado agua en nuestro satélite. Sin duda, con un paso así atraerían inversiones privadas lo suficientemente interesantes como para sentir la tentación de saltarse el tratado del 67, anexionarse el territorio lunar de interés y enfrentarse a la tormenta diplomática en la Tierra.
Algunos estadounidenses dudan del nivel tecnológico de los chinos, y creen que sería absurdo lanzarse a una nueva carrera espacial contra el gigante asiático. A pesar de los deseos de Gingrich, tanto la administración Obama, como el equipo de su próximo contendiente Mitt Romney, son partidarios de los recortes en inversión espacial, lo cual ciertamente deja expedito el camino a China para hacer lo que quiera en el futuro inmediato.
Hace miles de años que los humanos se preguntan por qué en ocasiones la Luna se pone roja. No dejaría de resultar irónico que muy pronto, el color no fuese el único punto en común entre nuestro satélite y la bandera estrellada.

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