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martes, 19 de junio de 2012

Un castillo de algodón


La piscina de Cleopatra o un castillo de algodón

fuente: yahoo.com

En las fronteras de Denizli, al suroeste de Turquía, hay una joya blanca y deslumbrante donde se cruzan la historia y la naturaleza; un destino turístico alternativo que cada año recibe a más de un millón de visitantes dispuestos a caminar descalzos con vaporosas camisetas y trajes de baño entre "cascadas de nieve".
Pamukkale, antigua ciudad helenística de Hierápolis, significa literalmente "castillo de algodón" en turco y es una incomparable maravilla natural del país transcontinental. Sus terrazas, originadas por movimientos sísmicos y que a simple vista parecen cataratas petrificadas, son realmente el rastro dejado durante miles de años por aguas de manantial con alto contenido mineral (en particular caliza de Creta) que desde entonces sigue manando de la montaña.
Cortesía de pamukkale.gov.tr
Cuando el agua sobresaturada de carbonato de calcio llega a la superficie, el dióxido de carbono se desgasifica y se deposita el carbonato de calcio. El depósito continúa hasta que el dióxido de carbono en el agua equilibra el dióxido de carbono en el aire, formando una gelatina blanda que se endurece con el tiempo. El resultado de todo este proceso es un verdadero espectáculo visual: blancos saltos de agua estática y piscinas semicirculares escalonadas, cubiertas por gruesas capas de piedra caliza y travertino (roca sedimentaria depositada por el agua de las fuentes termales) bajando por las laderas de la montaña.
La temperatura de sus 17 manantiales oscila entre 35 °C (95 °F) y 100 °C (212 °F) y ha sido un santuario de peregrinación por sus poderes curativos. Las leyendas de las aguas de Pamukkale se remontan a los griegos frigios, que sanaban con baños terapéuticos padecimientos como el reumatismo, enfermedades del corazón, el estómago, arteriosclerosis, hipertensión arterial y alergias de la piel. También llamada "la piscina sagrada", cuentan que la famosa princesa ptolemaica Cleopatra Selene II (igual conocida como Cleopatra VIII de Egipto, hija de Cleopatra VII y Marco Antonio), cuando visitaba esta ciudad se bañaba en sus divinas aguas.
Cortesía de pamukkale.gov.tr
A mediados del siglo XX comenzaron a levantarse edificios sobre las ruinas de Hierápolis, las aguas termales se usaron para llenar las piscinas de los hoteles, se construyó una carretera de asfalto desde el valle del río Menderes atravesando las terrazas, a los motociclistas se les permitía subir y bajar las laderas, y los turistas usaban las pozas para darse baños con jabón y champú. En poco tiempo Pamukkale se convirtió un enorme y oscuro vertedero de aguas residuales. Fue entonces cuando las autoridades locales crearon un proyecto de rescate para devolver su esplendor a la legendaria ciudad: la carretera y los hoteles fueron demolidos, se prohibió caminar con zapatos sobre el agua y el acceso a los turistas se restringió a un horario limitado para proteger los depósitos.
Por la fascinante belleza de su formación geológica y restos históricos, Hierápolis y Pamukkale fueron declaradas por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1988.

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