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martes, 22 de mayo de 2012

Vivir en el cielo y el infierno: el declive de la fama



Vivir en el cielo y el infierno: el declive de la fama




Cuando hablamos del precio de la fama no nos referimos al estatus y a los millones de dólares que gracias a ella se obtienen, ni al precio que vale un deportista cuando está llegando a la cima de su rendimiento; sino a todo lo que implica poder alcanzar el reconocimiento. Algo con lo que muchos mortales sueñan y que sólo unos pocos consiguen y pueden disfrutar. Quizá por eso sea tan deseada... O quizás, es la promesa de obtener rápidamente todo lo deseado.
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Sin embargo, creo que habría que poner en una balanza los beneficios (claro está que los tiene y son varios) en contraposición de los perjuicios. Y no quiero decir con esto que la balanza siempre se incline hacia el lado negativo, sino que quizá la popularidad no está hecha para todos los que logran alcanzarla. Hay que poder sostenerla y hacerse cargo de ella, lo cual no es nada sencillo.
Pensemos en un deportista que empieza a destacarse cada vez más y que todos lo idolatran, pero también, al mismo tiempo, le exigen que sea cada vez mejor. Porque si llega a equivocarse caen sobre él las peores maldiciones y la más crueles críticas.

Todo por llegar
Gracias al sencillo acceso y a la invasión de los medios, cada vez es más posible ser reconocido. Sin embargo, el gran problema que tiene la fama es que hay que lograr mantenerla. Es mucha la presión que hay que soportar. Porque hasta el más talentoso de los seres humanos tiene sus etapas malas y sus etapas buenas. ¿Cómo hacer entonces para que ese ego que ha escalado tantos metros de altura en poco tiempo no se derrumbe y caiga desplomado de golpe, una vez que la sociedad pierde el interés?
Habría que analizar si realmente hubo interés en la persona, porque según parece, lo más atractivo es el “personaje” en que se ha convertido. Todos sueñan con ser así y hasta llegan a invadir su privacidad para sentirse más cerca del ídolo. ¿Pero acaso a alguien le interesa realmente lo que siente ese personaje?  En cuanto deja de ser deseable o envidiado porque las cosas no le salen tan bien, los medios de comunicación y, por lo tanto, la gente apunta sus arcas para otra dirección. ¿Y qué queda de él si el personaje se ha comido a la persona?

Los niños son más vulnerables
Ellos tienen toda la energía, la curiosidad, las ganas de crecer, pero los chicos no siempre están preparados para la contracara más pesada de la fama. Pesa mucho la responsabilidad cuando están expuestos a que la sociedad los ame primero, luego les exija y por último les dé vuelta el rostro cuando no sirven.
Son cientos los casos de niños que quemaron etapas y se han perdido la oportunidad de jugar gracias a sus “geniales” aptitudes. Se vuelven adultos en miniatura pero afectivamente no dejan de ser pequeños. Es muy claro en el caso de los artistas o los deportistas famosos. Bastan unas pocas líneas de esta nota para nombrar varios ejemplos. Todos recordarán el caso de Macaulay Culkin, el actor de “Mi Pobre Angelito”; o Drew Barrymore, que a los 6 años ya era alcohólica. También Michael Jackson, que murió con sobredosis de medicamentos o el mismo jugador de fútbol argentino, Diego Maradona. Y hay más ejemplos, que no necesariamente comenzaron de niños y, sin embargo, no resistieron el precio de la fama, como las recientes cantantes desaparecidas Whitney Houston y Amy Winehouse. O los deportistas que muchas veces se encuentran en problemas, como Mike Tyson y Tiger Woods.
En síntesis, no es que haya que tenerle temor a la fama pero sí mucho respeto. Debemos saber que un día está y al otro puede desaparecer. Por eso es necesario cultivar otros aspectos de la vida que nos hagan sentir importantes. Nuestros hijos tienen que saber que popularidad no es sinónimo de valer como personas. No es un trabajo fácil pero es muy necesario. La fama va a servir mientras dure pero la vida debe continuar con o sin ella.

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